古池や
かわず飛び込む
水の音
Furu ike ya
Kawazu tobikomo
Mizu no oto
Un viejo estanque
salta la rana
el ruido del agua
Basho.
Kawazu tobikomo
Mizu no oto
Un viejo estanque
salta la rana
el ruido del agua
Basho.
"Cuando
se nos dice que fue el ruido de la rana lo que despertó a Basho a la
verdad del zen, se puede entender (aunque esto sea todavía una manera de
hablar demasiado occidental) que Basho descubrió en ese ruido, no
ciertamente el motivo de una "iluminación", de una hiperestesia
simbólica, sino más bien un final del lenguaje: hay un momento en el que
el lenguaje cesa (momento obtenido a base de un refuerzo de
ejercicios), y es este corte sin eco lo que instituye a la vez la verdad
del zen y la forma, breve y vacía, del haiku. La negación del
"desarrollo" es aquí radical, ya que no se trata de detener el lenguaje
sobre un silencio pesado, lleno, profundo, místico, ni siquiera sobre un
vacío del alma que se abriera a la comunicación divina (el zen no tiene
dios); lo que se propone no debe desarrollarse ni en el discurso ni al
final del discurso, lo que se propone es mate,
y todo lo que puede hacerse con ello es tamizarlo; he aquí lo que se
recomienda al ejercitante que trabaja un koan (o anécdota que le es
propuesta por su maestro): no resolverlo, como si tuviera un sentido, ni
siquiera percibir su absurdo (que sigue siendo un sentido), sino
rumiarlo "hasta que se caigan los dientes" ".
Roland Barthes, El imperio de los signos.
Roland Barthes, El imperio de los signos.
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