miércoles, 20 de febrero de 2013

Lucidez Barthesiana




古池や


かわず飛び込む


水の音


Furu ike ya


Kawazu tobikomo


Mizu no oto





Un viejo estanque


salta la rana


el ruido del agua




Basho.


"Cuando se nos dice que fue el ruido de la rana lo que despertó a Basho a la verdad del zen, se puede entender (aunque esto sea todavía una manera de hablar demasiado occidental) que Basho descubrió en ese ruido, no ciertamente el motivo de una "iluminación", de una hiperestesia simbólica, sino más bien un final del lenguaje: hay un momento en el que el lenguaje cesa (momento obtenido a base de un refuerzo de ejercicios), y es este corte sin eco lo que instituye a la vez la verdad del zen y la forma, breve y vacía, del haiku. La negación del "desarrollo" es aquí radical, ya que no se trata de detener el lenguaje sobre un silencio pesado, lleno, profundo, místico, ni siquiera sobre un vacío del alma que se abriera a la comunicación divina (el zen no tiene dios); lo que se propone no debe desarrollarse ni en el discurso ni al final del discurso, lo que se propone es mate, y todo lo que puede hacerse con ello es tamizarlo; he aquí lo que se recomienda al ejercitante que trabaja un koan (o anécdota que le es propuesta por su maestro): no resolverlo, como si tuviera un sentido, ni siquiera percibir su absurdo (que sigue siendo un sentido), sino rumiarlo "hasta que se caigan los dientes" ".



Roland Barthes, El imperio de los signos.

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